PALABRAS

"Una mirada lo cambia todo: la perspectiva, la luz, la sombra, el verso... la palabra."

Hija de esclavos

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Fecha de publicación: 3 de julio de 2017


HIJA DE ESCLAVOS

Soy hija de esclavos, programada para la esclavitud. Mis padres crecieron con la idea de que el trabajo es lo más sagrado de nuestra existencia, casi más que la propia vida.   No importa que no nos guste, o que muchas veces haya que soportar, callar, no defenderte…

Lo importante es tener un sueldo que te permita comer, vivir, ser independientes en nuestras jaulas de oro, tener alpiste suficiente, agua y algo de luz. Gastamos nuestro tiempo de vida en trabajos que nos frustran y que no nos dejan tiempo para desarrollarnos plenamente.

Hemos venido a este mundo con capacidades únicas, originales, que nunca llegaremos a desarrollar en pro de un trabajo mejor pagado, con más responsabilidades y al que nos sentimos ligados por el dogma de la obligación. Salirse del esquema es vivir en peligro, caminar sobre ascuas…Nos han enseñado a formar parte del rebaño…A la oveja que escapa nada bueno le espera. Ahora ya no hay trabajadores, sino esclavos. La esclavitud es un programa asentado en nuestra conciencia social, colectiva, individual que se ha hecho carne y sangre en nosotros. Lo hemos aprendido a conciencia, generación tras generación.  

Muchas personas “hoy” sienten la necesidad “vital” de buscar un sentido a sus vidas, más allá de sueldos míseros o elevados, responsabilidades que llevan a cuestas después del trabajo, en vacaciones, en sueños y vigilias. Trabajamos para una familia a la que no vemos, por unos hijos a los que no tenemos tiempo de abrazar, por unas vacaciones que no disfrutamos, siempre agobiados con la vuelta al trabajo. Nos cuesta adaptarnos, pero estamos logrando domesticar nuestro lado más salvaje: esa sombra libre, creativa, apasionada que a fuerza de reclusión se va apagando poco a poco. Somos esclavos permanentes de la productividad, del “más difícil todavía” y aunque deseamos divorciarnos de esos esquemas repetitivos, neuróticos, insanos, si somos despedidos caemos en una profunda depresión. “Nos han echado del rebaño”, “somos ovejas negras improductivas”…Nuestra valía depende de un trabajo y de cuantas cosas somos capaces de “hacer”, “tener”, “comprar”. Poseemos todo excepto a nosotros mismos. Soñamos con la libertad, pero somos esclavos.

Hace algún tiempo decidí dejar un trabajo en el que no me sentía feliz, emprender una aventura diferente, otros mapas mentales…No es fácil, aunque no me arrepiento de la decisión. La idea de productividad sigue en mi mente, ejecutándose una y otra vez como un virus salvaje. “Hacer”, “hacer”, “hacer”…Si paro de hacer cosas, de ser útil a los demás y a mí misma, no soy nadie, NO EXISTO. Ese es el legado de mi linaje de esclavos. Adoptar un ritmo que me permita pensar lo que quiero y lo que no, está siendo la tarea más difícil de mi vida, pero necesito intentarlo. No sé si ser oveja renegada me hará más feliz, pero es hora de probarlo, de emprender, de vivir de acuerdo con esas otras normas internas, programas propios que buscan nuevos caminos.

Si miro los anuncios de empleo me dan ganas de llorar. Solicitan esclavos que tengan total disponibilidad, acostumbrados a trabajar bajo presión, más de lo mismo. Hoy no se demandan trabajadores sino máquinas. No se buscan personas competentes sino leones incansables…Algunos anuncios incluso solicitan esclavos a cambio de nada y lo venden como un privilegio. Dejamos que nos re-programen para una guerra contra nosotros mismos, nuestra dignidad, nuestro aguante, a cambio de una aventura de terror y sacrificio.

Muchos trabajadores no encuentran otra opción, es verdad. Sus cargas son tan pesadas que no pueden permitirse elegir, sin embargo, aún en esos casos “todos sin excepción” necesitamos replantearnos nuestros programas de esclavitud. Hay límites infranqueables, límites a los que no podemos renunciar porque estamos vendiendo nuestra alma a cambio de dinero. No todo vale en el trabajo y si dejamos carta blanca a los abusos, normalizaremos una situación mala para nosotros y para el resto de generaciones.

Soy hija de esclavos, sí y busco una salida. Silenciar esa parte de mi misma que nació y creció sin  libertad.

Hoy y siempre, quiero luchar por mí, por lo que soy y ofrecerle al mundo mi más genuina versión de mi misma, la más salvaje, la más defectuosa, la más auténtica.