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EL HADA DE LA MARQUESITA

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Fecha de publicación: 30 de octubre de 2021

EL HADA DE “LA MARQUESITA”

Por Cristina Mª Menéndez. Fotos: Gerson A. de Sousa Oliveira

La observo mientras coloca los dulces, primorosamente, y pregunta a los clientes, qué quieren tomar. Es una alegría descubrir, que después de un tiempo tan convulso, tras los meses más duros de la pandemia, Rosario, menuda y pizpireta sigue en su “Marquesita”, tan activa y alegre como siempre. Sin duda es el hada de este lugar, el duende que nos regala, con su presencia, no solamente un exquisito postre, con café, té o chocolate, sino también la certeza de que la pasión por lo que haces es el motor más importante de la vida, y lo que nos ayuda en los momentos más difíciles, más aún cuando, recientemente, Rosario ha perdido a su marido.

Tomar un chocolate en la Marquesita, cada vez que voy al Cristo del Pardo, para mí es ya una tradición. Esta pastelería, es un pequeño establecimiento con encanto,  lleno de objetos para regalar y dulces, con lamparitas que abrazan rincones, y mesas con manteles bordados, y en ese ambiente tan acogedor, me parece estar en la chocolatería de Lansquenet, un pueblo francés muy tradicional, en la película Chocolat, protagonizada por Juliette Binoche y Jonny Deep. 

  

Esta vez, después de muchas visitas a la Marquesita, me atrevo a preguntarle, cuántos años lleva trabajando en la pastelería. Rosario Gómez Donaire, (De los turrones Donaire y La Viuda) tímida al principio, me cuenta que desde que era niña. Sus padres tuvieron un restaurante, al lado de la pastelería, que tuvo mucha fama, gracias al buen hacer de Aquilina Donaire Valentín, su madre. Una mujer, que según me cuenta Rosario, tenía gran valía y era muy trabajadora.


En los vivaces ojos de Rosario brillan mil recuerdos de cuando era niña, de sus travesuras en el colegio de monjas de Santa Beatriz de Silva, donde estudio. Una vida llena de caminos recorridos y de ilusiones, algunas de ellas intactas. Aún a sus 83 años, sube y baja la empinada cuesta que separa la plaza del Convento del Cristo del Pardo que atesora un Cristo yacente, tallado en el siglo XVII por Gregorio Fernández (1576-1636) y considerado como su obra maestra.  A Rosario, eso de la televisión le aburre, prefiere estar en la Marquesita, entre cazuelas y harinas, atendiendo al público. Le encanta hablar con la gente. 

Con el sabor del chocolate en los labios, escucho las historias de Rosario, que habla de lo feliz que siempre fue de niña y adolescente, con su grupo de amigos, y me confiesa que no podría elegir un solo pastel, que le gustan todos. Su padre, que fue pastelero, y del que aprendió el quehacer artesano, antaño lo hacía en la leña, preparando la masa por las noches, para tenerlo listo y tierno por las mañanas.


En mi próxima visita volveré a ver a Rosario, el hada de la Marquesita, coqueta y sonriente. Espero que sea muy pronto y que me cuente más historias de su niñez. De todos los tesoros que guarda la vida, el más importante está escondido en el alma de los ancianos. Ellos son una biblioteca hecha de corazón y recuerdos, vivencias que es un regalo conocer.